The New York ha presentado una demanda contra OpenAI y Microsoft por utilizar sus artículos sin su consentimiento para entrenar a ChatGPT. Según ellos, como consecuencia, este uso indebido les ha supuesto pérdidas millonarias, ya que el chatbot les ha robado gran parte del tráfico en su sitio web.
Últimamente, las denuncias a las grandes tecnológicas están a la orden del día. La última fue la de la Asociación de Medios de Información a Meta por vulnerar la privacidad de los usuarios, algo de lo que se la ha acusado de forma recurrente este año, principalmente desde los organismos europeos.
En este caso, la acusación a OpenAI y Microsoft viene también del ámbito periodístico; más concretamente, del prestigioso The New York Times. Aunque, en esta ocasión, es por otra razón, pero que también es recurrente en materia de inteligencia artificial.
Y es que la polémica no es nueva. Ya hemos visto varios casos similares en que la IA ha sido demandada por cuestiones de derechos de autor y de propiedad intelectual. Uno de los primeros damnificados fue Copilot, también de Microsoft y OpenAI. En 2022, la Software Freedom Conservancy (SFC), defensora del código abierto, alentó a los desarrolladores a abandonar GitHub al considerar que la herramienta se estaba aprovechando de su trabajo para obtener beneficios.
Sin embargo, no fue la última vez que los profesionales se pusieron en pie de guerra contra los responsables de la IA por esta cuestión. Las cosas podían ponerse aún más serias y así sucedió, por ejemplo, cuando casi 8.000 escritores escribieron una carta abierta contra OpenAI, Alphabet, Meta, IBM, Microsoft y Stability AI por entrenar a sus modelos con sus obras, o cuando Getty denunció a Stable Difussion por “robar” sus imágenes.
Casi un siglo de contenido «robado»
No obstante, ante este panorama, algunas plataformas decidieron negociar con algunas compañías responsables de IA y alcanzar una solución que resultara beneficiosa para ambas partes. Supuestamente, cómo señalan en su artículo, The New York Times también intentó llegar a un acuerdo con OpenAI, pero sus proposiciones cayeron en saco roto.
Por ello, el medio ha decidido recurrir a los tribunales para defender no sólo su trabajo, sino el futuro del periodismo. Y es que alegan que ChatGPT fue entrenado con millones de artículos provenientes de The New York Times y, que además, le dieron a su contenido un “énfasis particular” frente a otros medios en ese cometido.
“Los demandados han utilizado casi un siglo de contenido protegido por derechos de autor, por el que no han pagado la compensación justa al Times. Esta pérdida de valor de mercado del contenido protegido por derechos de autor del Times representa un importante daño al Times causado por los demandados,” afirma la demanda.
Los demandantes aseguran que el ChatGPT les está “robando” audiencia, puesto que los usuarios pueden encontrar la información que buscan directamente en el chatbot y, por tanto, no tienen la necesidad de acceder a su sitio web. Y esto se ha traducido en una reducción considerable de tráfico que le ha supuesto pérdidas económicas millonarias en ingresos de suscripciones y publicidad.
La misión de OpenAI en entredicho
The New York Times también hace hincapié en que OpenAI nació como una fundación sin ánimo de lucro, pero que, tras una serie de inversiones millonarias, comenzó a convertirse en otra cosa que nada tiene que ver su misión original:
“A pesar de sus primeras promesas de altruismo, OpenAI rápidamente se convirtió en una empresa multimillonaria. Negocio con fines de lucro en dólares construido en gran parte a partir de la explotación sin licencia de obras protegidas por derechos de autor, perteneciente a The Times y otros. Apenas tres años después de su fundación, OpenAI se despojó de su exclusiva condición de organización sin fines de lucro.”
OpenAI, por su parte, respondió a Tech Crunch en torno a esta cuestión a través de un correo electrónico. Al contrario que The New York Times, aseguran que sus “conversaciones en curso han sido productivas y han avanzado de manera constructiva”, por lo que están “sorprendidos y decepcionados” con el rumbo que han tomado los acontecimientos.
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