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La propaganda con ‘influencers’, posible problema para la democracia

A raíz del movimiento Black Lives Matter, las consecuencias de la COVID-19 y la propagación de la teoría QAnon, los influencers han empezado a publicar contenidos políticos en redes como Instagram, Twitter y TikTok, que hace poco tiempo se habrían considerado demasiado controvertidos, dividiendo a los usuarios en bandos ideológicos cada vez más opuestos. Sin embargo, muchas de estas manifestaciones políticas están orquestadas por los propios partidos y organizaciones.

En esta segunda y última parte del estudio del Center of Media Engagement del Moody College of Communication, nos centraremos en el aumento de la polarización y el extremismo en redes durante este aciago 2020, comenzando por los tres motivos principales que han propiciado este cambio de tendencia: la digitalización del activismo, las nuevas expectativas de la audiencia y el mayor compromiso de los seguidores en materia política. Pero antes, puedes ver la primera parte del informe resumida aquí, por si te la perdiste hace unos días.

Las causas de la polarización

  • Activismo político telemático

La profusión del activismo político individual en los últimos meses no sólo está provocando que millones de seguidores apoyen una ideología, sino una respuesta proporcional en el bando contrario. Un famoso influyente conservador admitió que su principal motivación para publicar contenido político fue la actividad que presenció en las redes sociales ante las protestas por la muerte de George Floyd. El punto de inflexión se produjo cuando se rompió la «norma apolítica» de Instagram por el Black Out Tuesday, en el que miles de usuarios publicaron pantallazos en negro en solidaridad con la comunidad afroamericana de Estados Unidos.

  • Nuevas expectativas del público

Otro factor principal tras este activismo digital es un cambio general en la demanda de la audiencia. Dado que los influyentes operan en un sistema impulsado por el compromiso, tienen que responder ante lo que su audiencia espera de ellos: que se posicionen en el «lado correcto» de la historia si quieren seguir prosperando al frente de sus negocios en redes, especialmente para los nanoinfluyentes, cuyo público es más reducido y está muy implicado en temas de conciencia social. Curiosamente, lo que antes se conocía como «activismo de sofá», ahora se considera una forma de activismo valiente y comprometido.

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  • Mayor compromiso de los seguidores

Durante mucho tiempo, las plataformas sociales han sido terreno fértil para la difusión de teorías de conspiración y, en 2020, muchos influyentes de la «corriente principal» se han unido a las filas de los que difunden este contenido, desde gurús del fitness hasta bloguero/as de belleza. Un ejemplo destacado es QAnon, teoría de la conspiración que surgió en el foro 4chan en 2017, según al cual Donald Trump estaría defendiendo al mundo de una gran red de élites pederastas y satánicas a escala mundial.

QAnon se ha abierto camino en estas plataformas, camuflado entre movimientos contra la vacunación y la trata de menores. Adheriénsose a causas como «Salvar a los niños», muchos mensajes de QAnon parecen inocuos a simple vista (madres que se pronuncian contra el abuso infantil o el acoso sexual), pero a menudo incluyen etiquetas como #ElGranDespertar o #wwg1wga («a donde va uno, vamos todos»), que llevan a los seguidores a un contenido conspirativo más radical, promovido por múltiples bots y navegadores que indexan fuentes de noticias alternativas en los resultados de búsqueda.

Este tipo de propaganda cala muy bien en la cultura influencer, ligada a un sentimiento de individualidad en busca de «La Verdad» (cuestionar a los medios de comunicación, a los gobiernos y a los científicos), y eso ha convertido una teoría marginal como QAnon en una idea cada vez más aceptada; de hecho, 2 de cada 10 estadounidenses y 4 de cada 10 republicanos en concreto creen que es algo «muy bueno» o «bueno» para el país. Los influencers están aprovechando este fenómeno para obtener un impulso de seguidores y su nivel de compromiso, especialmente entre los grupos negacionistas del cambio climático, a los que también podríamos añadir a los antimascarillas.

TikTok, una mina de futuros votantes

También se analiza el poder de TikTok, la controvertida plataforma de origen chino, que cuenta con 100 millones de usuarios mensuales en Estados Unidos, el 62 % de los cuales tiene entre 10 y 29 años. Aquí se han hecho populares los colectivos de influyentes políticos, organizados en diversas «casas de propaganda» conservadoras y liberales. Varios de los colectivos son propiedad de empresas que controlan múltiples cuentas y empresas comerciales con un modus operandi muy definido.

Primero, reclutan una pequeña red de personas influyentes con ideas afines. Después, para captar mayor atención, utilizan tácticas establecidas como realizar bailes populares y, «a cada movimiento, soltar un dato», dirigiéndose a «adolescentes de 14 años y de escuela media» porque son un público muy comprometido y maleable, ya sea pagados con dinero (algo poco habitual), conexiones o, simplemente, el reconocimiento de un político admirado. En palabras de uno de los influencers entrevistados: «Cuando te diriges a la audiencia más manipulable va a ser muy fácil ganar seguidores y hacer que adoren lo que estás diciendo».

Transparencia en peligro

Aparte del debate ético que suscitan estas prácticas con personas tan jóvenes, los influyentes representan una amenaza para la transparencia de las campañas, la responsabilidad y la calidad de la información, en tanto que sus mensajes quedan al margen de las reglas más estrictas impuestas por Instagram, Facebook y Twitter sobre publicidad política, debido a que el pago se produce fuera de la plataforma. Sin la estandarización de las prácticas de divulgación en los medios digitales, seguirá siendo muy difícil diferenciar entre las campañas políticas coordinadas o pagadas y el discurso político genuino y espontáneao.

Además, la Comisión Federal Electoral, que podría cambiar los requisitos legales que rodean a este tipo de anuncios políticos, se encuentra una vez más sin cuórum, lo cual la deja sin capacidad de actuación. La falta de un reglamento adecuado favorece que agentes extranjeros financien operaciones de influencia con dinero negro y  sin ningún sistema de detección, amenazando la seguridad y la integridad de las elecciones en los Estados Unidos y otras democracias. Por ejemplo, las operaciones de influencia rusa en África han estado probando tácticas para difundir desinformación mediante personas locales en lugar de cuentas falsas para evitar la detección de Facebook.

A medida que Facebook y Twitter han ido centrando más la atención en esos actores extranjeros después de las elecciones de 2016 ganadas por Trump, la Agencia de Investigación de Internet del Kremlin se dirigió con éxito a los estadounidenses negros de Instagram, imitando el comportamiento de los influyentes como parte de una campaña de desinformación orquestada en 2017.

Por todo lo aquí expuesto, y a fin de combatir la proliferación de influencers políticos sin mecanismos de control (como el código ético de publicidad que entrará en vigor en 2021), tanto el gobierno federal de Estados Unidos como las empresas propietarias de las plataformas sociales deben actuar con firmeza y cuanto antes.

Si quieres saber más sobre este tema que nos afecta a todos, no dudes en consultar la primera parte de nuestro resumen, o acudir directamente al estudio original de la Universidad de Texas en Austin.

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