El acuerdo de ByteDance, la compañía propietaria de TikTok, con Oracle y Walmart para venderles la filial estadounidense de su red social ha salvado uno de sus principales obstáculos: Donald Trump ha mostrado su conformidad con el trato.
Hoy estamos un paso más cerca del final del “culebrón del verano” en el universo de las redes sociales: el ultimátum que el Gobierno de los Estados Unidos dio a ByteDance ha sido desactivado. La compañía creadora y propietaria de TikTok tenía que vender la filial en EE.UU. de su red social a una compañía estadounidense o sus actividades en ese país quedarían prohibidas. Las medidas coercitivas que iban a aplicarse el 20 de septiembre han sido paralizadas a la espera de que el acuerdo se materialice: estaba previsto que el domingo 20 se vetara la posibilidad de descargar la aplicación en EE.UU y que el 12 de noviembre dejara de ser operativa.
La semana pasada saltó la noticia de que ByteDance se decidía por la oferta de Oracle y Walmart (dejando de lado la propuesta de Microsoft), y ahora solo queda que las autoridades reguladoras de EE.UU. den su aprobación definitiva. Trump ha reconocido que el acuerdo resuelve el problema que motivó la actuación del Gobierno de Estados Unidos contra la red social: las sospechas de un posible uso ilícito de los datos de sus usuarios por parte de ByteDance y el Gobierno chino (de hecho, según el Departamento de Comercio de los Estados Unidos, TikTok está sujeta a cooperación obligatoria con los servicios de inteligencia del Partido Comunista Chino). “La seguridad será del 100% -ha comentado el presidente Trump-, emplearán nubes separadas y una seguridad muy fuerte, y harán una contribución de 5.000 millones de dólares en educación».
Ahora queda que se cierren los detalles del acuerdo y que las autoridades reguladoras de los Estados Unidos den el visto bueno. El resultado final de la operación, según el propio Trump, será el nacimiento de una nueva compañía llamada TikTok Global que creará 25.000 puestos de trabajo.
WeChat también se salva… a pesar de Trump
TikTok no ha sido la única aplicación china que se ha “salvado por la campana”: tampoco han entrado en vigor las restricciones a WeChat (herramienta de mensajería al estilo Whatsapp). Pero en este caso no ha sido por una decisión de la Administración Trump. La jueza californiana Laurel Beeler ha bloqueado las prohibiciones de descargar la aplicación y de realizar a través de ella transacciones económicas que iban a entrar en vigor el 20 de septiembre. Beeler ha argumentado que el Gobierno de los Estados Unidos ha dado pocas pruebas de que las sanciones a WeChat velen por el interés de la seguridad nacional, sobre todo habiendo alternativas como vetar WeChat en los dispositivos gubernamentales (cosa que se ha hecho en Australia). El ejecutivo de Estados Unidos planeaba que WeChat dejara de funcionar en el país el 12 de noviembre, pero ahora tendrá que acatar las órdenes judiciales y pelear en los tribunales si quiere seguir adelante con la prohibición.
Las razones de las actuaciones de la Administración Trump contra WeChat son las mismas que han argumentado contra TikTok: la posibilidad de que la aplicación de mensajería, propiedad de Tencent (entre otras muchas cosas, la mayor compañía de videojuegos del planeta), esté también sujeta a cooperación obligatoria con la inteligencia china, siempre según fuentes del Gobierno estadounidense.
Por supuesto, el Gobierno chino considera esta venta obligatoria una violación de los principios de la Organización Mundial del Comercio, en lo que se puede considerar un capítulo más de la lucha por la supremacía tecnológica global entre las dos mayores potencias mundiales. Esta guerra, gestada desde largo tiempo antes, comenzó oficialmente en marzo de 2018, cuando Trump aumentó de manera abrupta los aranceles a los productos chinos alegando que el gigante asiático arrastraba un largo historial de competencia desleal, robo de propiedad intelectual y espionaje. Desde entonces, el intento de sacar del mercado a Huawei, el mayor fabricante de teléfonos móviles del mundo, alegando que sus dispositivos se usaban para espiar, ha sido el movimiento más mediático de una guerra comercial y tecnológica que puede dirimir el liderazgo mundial en el siglo XXI.